Lucía Fernández-Recalde Velasco | Atsiame (Ghana)

La cultura del ocio y la diversión forma parte de nosotros desde que somos unos niños, una cultura inculcada que solo aumenta a medida que crecemos y comenzamos a relacionarnos con nuestro entorno y con los demás. Un ocio basando en el disfrute que busca formar una pausa en mitad de nuestras agitadas vidas. Pasar el día en la playa, tomar un café o incluso viajar, se convierten entonces para muchos en actividades cruciales para conseguir un desarrollo pleno de nuestra felicidad y de nuestra forma de ser. Sin embargo, algo muy distinto ocurre en Ghana; una cultura que trabaja bajo la necesidad de hacerlo y en la que no existe tiempo para realizar actividades sin una razón fundamentada y lógica para llevarlas a cabo. Para los ghaneses, ese disfrute momentáneo carece de sentido si no va acompañado de un porqué, un destino final para todas esas acciones.

Tras conocer a Machine man, miembro fundamental en la comunidad cuyo apodo se respalda en ser el único que dota de las herramientas y habilidades necesarias para trabajar la casava, alimento indispensable en la comunidad dado que es consumido a diario por la mayoría de familias, tuvimos la oportunidad de conversar con él sobre nuestras diferentes culturas. Una conversación que comenzó por el simple hecho de conocer y compartir. Noté en él la curiosidad y sorpresa que les provocaba la inquietud que teníamos nosotros por viajar y descubrir su país. Machine man nos preguntaba el porqué, por qué debíamos viajar sin razón aparente y qué beneficios podría encontrar una persona en gastar su tiempo en ello. Aunque al leerlo pueda parecer abrumador, el sentido que tenía por ese pensamiento es cuando menos lógico y acorde a su forma de ser y de vivir.

Para comenzar, más allá del esfuerzo económico que supone realizar algún tipo de viaje recreativo, la pérdida de tiempo debido a las numerosas horas y las condiciones que se requiere para realizar un desplazamiento de cualquier tipo, suponen un gran impedimento en si quiera comenzar a forjar este pensamiento de ocio y aprendizaje. Además, ese esfuerzo económico resulta imposibilitado para aquéllos que no disponen de un trabajo altamente remunerado que, por desgracia, conforman la mayor parte de la población ghanesa y que convierten este agente, por tanto, en el mayor impedimento para realizar este tipo de acciones.

Es entonces cuando debemos reflexionar sobre nuestra cultura del ocio: ¿nace desde un punto de vista privilegiado?  o, ¿es simplemente una necesidad adquirida?, cuestión que los ghaneses no pueden si quiera llegar a plantearse ni encontrar un simple porqué en todo ello.

Lucía Fernández-Recalde Velasco es estudiante de 4º curso del grado de Publicidad y Relaciones Públicas de la Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y de la Comunicación de la Universidad de Valladolid (España).