Mateo Melendreras García | Atsiame (Ghana)
A lo largo de la historia, la muerte ha ocupado un lugar primordial en nuestra cultura y pensamiento, pudiendo considerarse una de nuestras mayores preocupaciones. Tratándose de un tópico primordial en todo tipo de filosofías y creencias, las maneras en la que se entiende y se trata el fin de la vida varían dependiendo de la corriente que sigamos.
En España domina una visión oscura y pesimista de la muerte, que se refleja en prendas oscuras, lamentos y duros días que condenan la pérdida de un ser querido. Se trata de actos formales, tristes y protocolarios, lejos de lo que se consideraría una celebración.
Sin embargo, en Ghana los funerales son, aunque no en vida, la mayor celebración que se hará entorno a la figura de una persona. Para ello, las familias y amigos de los difuntos ghaneses ejercen un esfuerzo económico para que esta celebración sea lo más digna posible.
Esto se debe a que en el país africano se entiende el funeral como un acto que celebra la vida del difunto. Durante este momento , se recuerdan los momentos, logros, motivaciones o sueños del mismo. Además, se tienen en cuenta su personalidad y sus gustos, muchas veces pudiendo obtener temáticas.
Lejos de un acto intimista y personal, a los entierros ghaneses es común que acudan multitud de personas, incluso aquellas que no tenían una relación especial con el fallecido. Son actos celebratorios llevados a cabo con meses de antelación, que se difunden a través de carteles en los que se informa de su nombre y edad, lugar donde ha fallecido, profesión/ocupación y familiares. Esto se acompaña de una foto del difunto y títulos como “Resulta inevitable”, “Qué impacto, era joven”, “Celebración de la vida”, “Llamada a la asistencia”, “Obituary”, “Salida dolorosa”, etc. Las personas de mayor nivel económico incluso pagan a medios de comunicación como la radio o la televisión generalista para que se anuncie la muerte de sus allegados.
Estas difusiones se realizan con el objetivo de que las personas conozcan sobre tal muerte, y para que puedan contribuir monetariamente a su celebración. En los funerales se escoge a un “padre” y a una “madre”, siendo el padre el que controla el dinero empleado, y la madre quien lleva un control de la comida y bebida del acto. El día después del funeral, se realizará un recuento de lo obtenido. En caso de recaudar dinero, se invertirá en los hijos del difunto. Si no se tienen herederos, se utiliza el dinero para la construcción de una casa familiar o, en general, para la ayuda a otros familiares (por ejemplo, para pagar las tasas universitarias de los más jóvenes).
Tras la muerte de la persona, el cuerpo del difunto se conserva por un periodo largo de tiempo (lo mínimo suele ser unos 2 meses, pero puede extenderse a años 4-6…). Esto se debe tanto a la necesidad de organizar un buen evento, como a la idea de dar el tiempo y calma al cuerpo para realizar la transición entre vida y muerte. En el caso de muertes infantiles, el cuerpo se mantiene durante poco tiempo, ya que se entiende como un castigo al cuerpo por no mantener la vida de la persona todo lo que debía.
Otro de los temas más relevantes es el protocolo de vestimenta de los asistentes al funeral. Cuando se trata de una persona anciana (a partir de los 75-80), se ha de vestir de blanco, y cuando están en edad adulta se ha de ir de rojo y negro. En el caso de accidentes, se viste de rojo (representando el peligro y agresividad). Por otra parte, no se realizan entierros para los niños.
Finalmente, podríamos hablar del suicidio como un tabú en la forma de concebir la muerte en Ghana, puesto que no se entiende que una persona termine con su propia vida. Por ello, aunque se celebren funerales, habrá muchas personas que decidan no acudir dadas las circunstancias de su muerte.
Mateo Melendreras García es estudiante de 3º curso del grado de Publicidad y Relaciones Públicas de la Facultad de Ciencias Sociales, Jurídical y de la Comunicación de la Universidad de Valladolid (España).