Jorge Martín-Romo Guerrero | Atsiame (Ghana)
En la zona en la que nos encontramos, hay un mercado que visita cada día un pueblo de los cercanos de Akatsi. Aproximadamente, cada 3 o 4 días los puestos de venta se establecen en Abor, el pueblo más cercano a Atsiame y al que, tanto los vecinos de esta aldea como nosotros, vamos a hacer las compras. En este mercado encontramos una gran cantidad de gremios. En el borde de la carretera esperan charlando los motoristas, siempre preguntando a dónde te diriges para ver si te pueden llevar, en los puestos, que se refugian del soleado día en las sombras, encontramos frutas, carne, pescado, frutos secos e incluso algún vendedor de helados con su carrito refrigerador. La atmósfera —a pesar de tratarse de un lugar lleno de gente, acompañado de gritos de vendedores y clientes negociando, pitidos de vehículos que transitan por la carreterra, y el denso y cálido aire que envuelve las horas de mercado—, resulta ser un sitio genial para conocer gente, charlar con ellos y escuchar sus historias.
En uno de estos puestos, en frente del GCB Bank de Abor, nos encontramos con un pequeño puesto donde 6 costureras trabajan bajo la música de la radio local. Al igual que en tantas partes, puedes ir a una tienda de moda, buscar tu talla y comprarte cualquier prenda, pero para lucir en verdadero y lustroso traje ghanés a medida tienes que acudir a un puesto de costura.
El proceso idóneo comienza buscando una buena tela en el mercado. Entre todos los puestos, puedes encontrar una variedad prácticamente ilimitada de telas: de todos los colores, estampados, tamaños y diferentes tejidos. Una vez has escogido la tela, es hora de visitar al sastre, el cual te tendrá que tomar medidas corporales. Cuando ya tienes las telas y las medidas, tienes que llevarlas a las costureras, les pides lo que quieres que te hagan y ellas te cogen el contacto para avisarte personalmente cuando tu prenda esté lista.
Lo mejor de este proceso de compra es que es muy cercano; si visitas a menudo el mercado, puedes ir viendo el progreso de tu encargo, puedes pedirles modificaciones, hacer sugerencias y todo será siempre respondido con una cálida sonrisa. Da igual lo que pidas, ya sea una camisa, un vestido largo, una falda corta, incluso un traje completo, porque hagan lo que hagan tendrá un acabado impecable y te quedará perfecto. Tal vez, lo más llamativo y curioso sea el hecho de tratar cara a cara con cada eslabón del proceso de elaboración, pues lo más parecido a lo que estamos acostumbrados a saber de las personas que hay detrás de las ropas que vestimos, es una etiqueta.
Las vendedoras de telas y las costureras son mujeres: maestras y aprendices. Esta jerarquía se encuentra claramente constituida por la experiencia en la labor, lo que permite que las que hoy son aprendices, en un futuro sean maestras de nuevas aprendices. Se trata de un negocio formado por mujeres que se irán sucediendo durante las generaciones. Esto es lo que convierte esta forma de trabajo en un ejemplo de empoderamiento femenino en las zonas rurales de Ghana. Si hay algo que hemos podido percibir desde el primer día aquí, es que las mujeres ghanesas son muy trabajadoras y son las que se encargan de las labores indispensables del día a día. Van por la mañana a trabajar al campo, recogen el agua, hacen las compras, cocinan, se encargan de la limpieza y una larga lista de tareas más que en gran parte de los casos compaginan con la maternidad. Sin duda, las mujeres son el principal motor de la economía de esta zona.
Jorge Martín-Romo Guerrero es estudiante de 4º curso del grado de Publicidad y Relaciones Públicas de la Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y de la Comunicación de la Universidad de Valladolid (España).