Jaime Falcón López | Larabanga (Ghana)
Desde el vertedero electrónico más grande del mundo en la ciudad de Accra, Ghana, hasta el delta del río Níger, en Nigería, pasando por las minas de plomo de Kabwe, Zambia, la contaminación golpea sin miramientos a aquellos que no quieren o no pueden hacerle frente. Con un área de 70.000 km2, el delta del río Níger es una de las zonas más contaminadas de todo el planeta. El petróleo es el mayor problema ambiental al que nos enfrentamos en estos momentos. Solo en este área se vierten un total de 240.000 barriles de crudo al día sin poder estimar el número de personas afectadas. Mientras tanto, en la capital de Ghana, en el barrio de Abgogbloshie, estamos ante el mayor vertedero de chatarra electrónica del mundo. Los residuos están compuestos por metales como el plomo, berilio, cadmio o mercurio, provenientes de Europa y Norteamérica, fundamentalmente. Se trata de un vertedero donde además residen unas 40.000 personas. Un vertedero resultante del consumismo más agresivo conocido hasta ahora.
En 1902 en Kabwe, la segunda ciudad más grande Zambia, se descubrieron minas de plomo que se han ido explotando sin ninguna regulación. El plomo es uno de los metales más peligrosos para el organismo y es la población infantil de esta ciudad la víctima de este negocio descontrolado y altamente mercantilizado, dado que presentan entre cinco y diez veces más plomo en sangre de lo recomendado por la Enviromental Protection Agency de Estados Unidos. Es tal el nivel de contaminación en este lugar, que ninguna planta crece alrededor de este terreno.
Anualmente, Ghana importa alrededor de 215.000 toneladas de productos electrónicos de consumo de segunda mano, principalmente de Europa occidental, y genera otras 129.000 toneladas de basura electrónica cada año. Estas importaciones resultan ser una manzana envenenada para el país. Europa es consciente de que Ghana no puede hacer frente al nivel requerido de medios y habilidades necesarios como para poder gestionar los residuos correctamente. Todo esto sucede a pesar de que la ONU prohibió la exportación de residuos tóxicos o peligrosos entre países. Las muestras tomadas en el perímetro de Agbogbloshie encontraron un nivel de plomo altísimo, 18.125 ppml, cuando el máximo permitido por la EPA asegura ser de 400 ppm.
Se estima que este desastre medioambiental y social pueda llegar a afectar a más de 250.000 personas. Desde 2008, Blacksmith Institute está ayudando en la zona para mecanizar el decapado de alambre con máquinas de alambre que eliminan la contaminación del aire, también capacitando a los trabajadores del lugar para que exista seguridad en los trabajos y para que no corran riesgos para la salud. Marcas como Philips, Sony, Microsoft, Nokia, Dell, Canon y Siemens llenan contenedores enteros de productos usados y estropeados, etiquetándolos de manera fraudulenta como «productos de segunda mano».
«A no ser que las empresas eliminen las sustancias peligrosas con las que fabrica sus aparatos y se responsabilicen de lo que ocurre con sus productos durante todo su ciclo de vida, esta contaminación e intoxicación sistemática se mantendrá». declaró Sara Río, responsable de la campaña Contaminación de Greenpeace. (Estas palabras fueron pronunciadas hace una década y la situación no ha cambiado demasiado)
Las autoridades del país han intentado poner fin a este macrovertedero, mas los esfuerzos han sido en balde. En 2015 comenzaron las primeras acciones, pero el futuro de muchas familias depende del trabajo en este lugar. Según el estudio de Oteng-Ababio, en Ghana la recuperación de metales valiosos genera a los trabajadores ingresos de unos 3,5 dólares diarios (17,23 GHC – 3 EUR), casi dos veces y medio el sueldo diario de un trabajador medio en Ghana. Un ejemplo: se calcula que 100.000 teléfonos móviles pueden contener unos 2,4 kilos de oro, equivalentes a 122.000 euros; más de 900 kilos de cobre, valorados en 81.960 euros; y 25 kilos de plata, igual a 26.000 euros.
Lo fácil sería pensar que los políticos ghaneses no ponen o quieren poner remedio a esta situación. Pero en política se atiende a las prioridades y, en este caso, una de ellas es el bienestar básico de la población, esto es, la alimentación y la salud. Con todo, en 2012, el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), advirtió que gran parte de los residuos eran generados por los propios ghaneses, tanto material procedente de las casas, como material de oficina enviado desde Occidente. Esta información hizo que se lanzaran nuevas iniciativas como la del SRI (Sustainable Recycling Industries), la cual se centra en tomar drásticas medidas contra el comercio ilegal de basura electrónica y a favor del desarrollo sostenible de sistemas de gestión en el país. Existen también organizaciones sin ánimo de lucro trabajando sobre el terreno como es el caso de Agbogblo Shine Initiative, la cual tiene el objetivo de reciclar materiales para hacer muebles de gama superior y ofrecer al mismo tiempo a los recolectores, conocidos como “salvagers”, una formación.
El sistema de reciclado en Ghana, y en general, en todo el continente africano, está en un estadio muy prematuro, propiciado por una herencia colonialista aún hoy presente. La ausencia de alcantarillado y de una política definida de gestión de residuos deriva en una estampa de calles y campos repletos de plasticos.
“Los plásticos se han convertido en un contaminante tan grande para nuestro medio ambiente que si los productores de plástico no hacen algo al respecto, entonces tendremos que seguir el camino de Ruanda”. (John Mahama, expresidente ghanés).
En 2007, Ruanda fue el primer país africano en prohibir el uso y fabricación de plásticos de manera inminente. La única manera de consumir agua potable en Ghana, es comprando pequeñas bolsas de plástico, de medio litro, a que, sin alcantarillado, que, por lo general, acaban en el suelo, formando montañas en los campos y en las calles, donde corren los niños y trabajan los adultos.
La ausencia de responsabilidad occidental, aunada con la falta de medios y un planteamiento de políticas gubernamentales, deja a la contaminación a la cola de los problemas de Ghana. El cuidado y respeto del medio ambiente ha de ser un objetivo que permieta salvaguardar el planeta y preservarlo en condiciones ópitcas para las generaciones futuras, la educación puede ser el instrumento para logralo.
Jaime Falcón López es estudiante de 4º curso del grado de Publicidad y Relaciones Públicas de la Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y de la Comunicación de la Universidad de Valladolid (España).