Laura Cenalmor Sánchez | Atsiame (Ghana)
El comercio de esclavos africanos por parte de varios países europeos consiste una etapa oscura en la historia del continente. Comenzó a finales del siglo XV de la mano de Portugal, la primera nación europea en comerciar con esclavos en el continente. Tras el descubrimiento de América, este país tenía la necesidad de explotar esas tierras desconocidas, por lo que urgían de mano de obra barata. Así comenzó la llamada “Ruta del Transatlántico”, a la que se fueron añadiendo países como Dinamarca, Inglaterra, España y Holanda.
Este proceso de comercialización triangular, que perduró hasta el siglo XIX, contaba con tres paradas: Europa, África y América. En primer lugar, desde Europa se trasladaba material como alcohol, metal, pólvora y armas. Con estos productos, los europeos compraban seres humanos a los empresarios africanos que se lucraban de ello. Tras la venta, los esclavos eran llevados, normalmente, a una de las 64 fortificaciones que existían en el continente para el comercio de personas. Allí permanecían en pésimas condiciones hasta que, finalmente, eran llevados a América como mano de obra. Durante este tiempo, fueron más de 20 millones de personas las que sufrieron estas prácticas.
Los castillos de Elmina y Cape Coast
Una de las numerosas huellas de esta época son los castillos fortificados, dónde se trasladaba a los esclavos después de que los capturaran de sus lugares de trabajo. Dos ejemplos son los castillos de Elmina y Cape Coast, encontrados en la costa de Ghana. A lo largo de los siglos en los que ocurrió la esclavitud, más del 60% de los cautivos ghaneses fueron retenidos en estos edificios tras ser marcados con un hierro candente para indicar su procedencia y su identidad como esclavo. ADEPU ha podido visitar ambas edificaciones y conocer en profundidad lo que ocurrió en estos lugares.
El castillo de Elmina es la primera edificación hecha por europeos que existe debajo del Desierto del Sáhara. Aunque en primer lugar se utilizó para el comercio, con el tiempo este sitio se convirtió en uno de los principales puntos del tráfico de esclavos del Atlántico. Por otro lado, el castillo de Cape Coast fue construido por Inglaterra en el año 1665. Es el único castillo edificado desde un principio con la intención de comerciar con seres humanos. Además, la consolidada presencia europea en el continente y los avances técnicos que se adquirieron durante este tiempo se aprecian en este lugar.
Ambas construcciones cuentan con dos zonas perfectamente diferenciadas: la destinada a la acumulación de personas esclavas y la parte alta del castillo, en la que vivían los soldados europeos y sus familias. La zona destinada a la estancia de las personas europeas destaca por su luminosidad, ventilación y amplitud; algo que no se aprecia en la zona en la que sobrevivían cautivos unos 1000 hombres y 700 mujeres.
Los esclavos varones en los castillos de Elmina y Cape Coast
Como estancia destinada a los varones, encontramos tres mazmorras con una única ventana cada una como sistema de ventilación. En estas húmedas, calurosas y oscuras estancias intentaban sobrevivir los hombres cautivos, muchas veces sin posibilidad de sentarse, caminar o recostarse debido al número de personas que eran. Tampoco podían hacer sus necesidades básicas en otro lugar, por lo que, al adentrarse hoy en día allí, se pisa una gruesa capa de secreciones que ha sido solidificada a lo largo del tiempo.
Otro lugar destacable de ambos castillos es la “habitación del castigo”, un habitáculo de unos seis metros cuadrados que contaba con tres puertas de madera que la convertían en una especie dehorno. Los esclavos que se negaban a realizar las tareas eran obligados a permanecer allí sin recibir ningún tipo de alimento hasta que fallecían. Tras la muerte de estas personas, los soldados los sacaban para mostrar los cuerpos. Esta era una forma de aterrorizar a los demás cautivos. En Elmina existe, además, la habitación de sanción para los militares europeos que desobedecían a sus superiores, aunque en ella se aprecia una mayor ventilación y los castigados únicamente pasaban allí unas horas.
La situación de las mujeres cautivas en los castillos de Elmina y Cape Coast
Por otro lado, es importante detallar la situación en la que se encontraban las mujeres. Vivían en unas mazmorras similares a las de los varones, aunque más pequeñas. Ellas, además de soportar los pésimos tratos que sufrían todas las personas cautivas, tenían que aguantar las violaciones de los soldados.
En el caso de Cape Coast, como forma de humillación, los represores les daban “la oportunidad de salvarse” de la trata si conseguían cargar tres bolas de cañón a la vez y trasladarlas hasta el puerto, algo que ningún ser humano podría hacer. Aquellas que se resistían eran llevadas a una habitación de castigo, aunque se les permitía salir después de varios días para poder cambiar de decisión. “A los soldados no les convenía perder mujeres, ya que querían satisfacer su deseo sexual”, afirma el guía de Cape Coast.
Por otro lado, en el castillo de Elmina se castigaba a las mujeres que se rebelaban atándolas a una bola de cañón en el suelo durante horas hasta que decidieran cambiar de opinión. Cabe destacar que, en cualquier momento, el gobernador podía ordenar a las esclavas salir a una de las zonas del castillo. Una vez allí, desde el balcón, escogía a la persona con la que quería tener sexo esa vez. Tras eso, la elegida era forzada, tras asearla, a subir a la estancia del gobernador para tener relaciones sexuales.
Otro asunto a tratar son los nacimientos. Cuando las mujeres esclavas se quedaban embarazadas de los militares, las trasladaban a unas instalaciones ajenas al castillo. Allí las cuidaban hasta que daban a luz a una criatura que, instantáneamente, era arrebatada de las manos de su madre para ser educada con valores europeos. En Elmina se puede observar la escuela en la que se les impartía clase. La mayoría de ellos se despegaban de sus orígenes de tal forma que se convertían en opresores.
La puerta de no retorno
Tras permanecer de uno a tres meses en estas condiciones, los esclavos que sobrevivían eran trasladados, tras asearlos y rasurarles, a los barcos con destino a América. Estos movimientos se realizaban a través de un túnel subterráneo localizado en los castillos para controlar la cantidad de personas que se trasladaban, ya que podían viajar hacinados, durante 100 días, hasta 400 esclavos en una misma nave. La puerta por la que salían las personas esclavas se conoce como “puerta de no retorno” para hacer referencia a la pérdida de identidad que los individuos sufrían al cruzarla, ya que no se les permitía volver a su lugar de origen. Así, eran despojados de su cultura, sus inquietudes, sus metas e incluso su nombre.
Laura Cenalmor Sánchez es estudiante de 4º curso del grado de Periodismo de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid (España).
Se me ponen los pelos de punta, ya había leído libros sobre el tráfico de esclavos para trabajar en América pero el artículo lo describe muy detalladamente. Es muy importante dar a conocer los errores cometidos en el pasado y que se siguen cometiendo para sensibilizar a la gente y, poco a poco, intentar que no se vayan repitiendo. Gracias por tu trabajo y por una información tan valiosa.