Todo comenzó cual idea gigante que nos hacía muy pequeñas. Mi compañera Sandra, residente de Dermatología, y yo, residente de Medicina de Familia, partimos rumbo mentalmente a Atsiame (Ghana), meses antes de hacerlo físicamente. En nuestra travesía mental, nos preguntábamos cuál podría ser nuestra función en la aldea, hasta qué punto seríamos capaces de adecuar nuestros conocimientos a los recursos disponibles, sin ser invasivas o irrespetuosas con su praxis médica y si nuestra labor allí resultaría útil para los aldeanos.
Tras muchos nervios e incertidumbre, pasaron los meses, asentamos cábalas y partimos rumbo real a Ghana, mochila en mano con “kit” de diagnóstico y tratamiento básico. Pretendíamos iniciar un estudio de recursos sanitarios que permitieran sentar unos precedentes para futuros cooperantes, tratando de elaborar un proyecto teórico no asistencial.
Pues bien, la realidad fue bien distinta a la suposición, ya que finalmente el fácil fluir de Atsiame encaminó nuestra función sin complicación: seríamos durante nuestra estancia las médicas de Atención Primaria de la aldea, lo cual, a su vez, nos pareció la mejor manera sobre la marcha de conocer los problemas de salud que inquietaban a la comunidad. Pudimos trabajar codo a codo con una enfermera, un enfermero e incluso el entrenador de fútbol de la aldea que nos ayudaba la traducción inglés-ewe, haciendo sencilla la dura labor de ver unos 40-50 pacientes diarios.
La aceptación por parte de los habitantes de Atsiame y de los pueblos circundantes fue sencillamente espectacular, no solamente por el número de pacientes que pudimos atender, si no por su hospitalidad, su calor y su agradecimiento que incluso sentíamos no merecido. Efectivamente pudimos comprobar varios puntos críticos del sistema sanitario ghanés, algunos de ellos fácilmente solucionables con prevención primaria, y otros, como necesidad de instrumental para la reanimación cardiopulmonar en el hospital comarcal, nos resultaron abrumadores ante la idea de que en nuestro país hay uno en cada centro comercial.
Sin alardes de falsa modestia, podemos afirmar que en Ghana aprendimos mucho más de lo que aportamos. La repercusión que estos días tuvieron sobre nuestra visión de la medicina fue impactante, incluso nos resultó complicado reincorporarnos a nuestros trabajos en España. No se escuchaban quejas por las horas de espera, nadie cuestionaba nuestra formación, el agradecimiento por la atención era visible y la única interrupción que pudimos “sufrir” en nuestra consulta era la ocasionada por alguna deliciosa mazorca-tentenpié de media tarde que una mujer de la aldea nos proporcionaba.
Ganamos en valores, en respeto, en conceptos de igualdad. Fuimos de las primeras profesionales sanitarias que acudieron a la aldea de la mano de ADEPU, y verdaderamente nos fuimos con una inmensa sensación de satisfacción personal. El camino es largo y es necesario continuar dando pasos juntos hacia el desarrollo de un sistema de salud adecuado a la población de Atsiame.
Para algunos el destino y para otros la suerte, pero todos los lectores de este artículo tienen la suerte y la oportunidad de sentir de cerca el corazón de África a través de este pequeño rincón que se convierte en hogar.
Curar la mente es sanatorio, y para siempre en nuestras pieles: “is Nice to be Nice”.