Sol Parra Fernández | Larabanga (Ghana)

¿Alguna vez se han preguntado cómo se curaban las comunidades rurales africanas cuando enfermaban y no existían clínicas ni hospitales?

Hasta hace poco más de trece años, en Larabanga no existía ningún centro médico. Los habitantes de este pueblo de cinco mil habitantes crearon sus propios remedios curativos. Para ello, comenzaron a probar los frutos de las distintas especies vegetales que poseían en el pueblo, y consiguieron tratamientos con propiedades curativas, creados con frutos machacados y agua. En 2009, en Larabanga se fundó una clínica, pero muchos de los habitantes hoy siguen utilizando sus remedios naturales antes que acudir al médico.

Durante un tiempo, he estado informándome sobre todos los tratamientos curativos que se realizan en esta comunidad, y créanme cuando les digo que es de las cosas más asombrosas e interesantes que he descubierto desde que vivo aquí. Puede que alguno les parezca poco imaginable, pero todos y cada uno de los tratamientos que les voy a contar a continuación tienen su parte medicinal efectiva, y otra parte espiritual basada en las creencias de los habitantes del pueblo de Larabanga.

Existen hombres sabios en el pueblo que saben detectar las enfermedades en los habitantes. Su nombre islámico es «Malam». No son médicos ni tienen estudios sobre ello, pero la experiencia y los años son lo que les ha permitido poseer esta sabiduría. Todos son hombres mayores y el conocimiento de los tratamientos se pasan de generación en generación. Normalmente, suele haber un sabio por familia, pero cuando hay alguna que no posee ninguno, recurren a los más cercanos del vecindario.

Cuando alguien enferma, acuden a un sabio y, primeramente, éste examina las condiciones de salud, como la fiebre, las heces o los vómitos, si lo hubiera. Después de detectar la enfermedad, manda realizar un tratamiento natural con frutos de algunos de los árboles del pueblo especiales para esto. Los tratamientos suelen consistir en machacar un fruto en un recipiente hecho de calabaza y tomar un baño por la mañana, a mediodía y por la noche durante una semana. En el baño, se mezclan frutos machacados con agua y, al tomar contacto con la piel durante siete días, la mejoría está garantizada. Si el paciente no mejora, significa que está muy enfermo y no tiene cura.

En el caso de que alguien se fracture alguna parte del cuerpo, el tratamiento es poco imaginable para nosotros, pero completamente real. El hombre sabio, en primer lugar, masajea la parte lesionada para averiguar cuál es exactamente la zona fracturada. A continuación, se coge un gallo y se le fractura la misma extremidad que al humano. Es decir, si el humano se rompe una pierna, al gallo hay que fracturarle una pata, y si el humano se fractura una mano o un brazo, al animal se le fractura un ala. – Si no hay gallos, el tratamiento sirve con una gallina-. Después, el paciente debe limpiar la superficie de la piel de la zona fracturada con un cuchillo sutilmente, y masajearse la zona lesionada. A continuación, se coloca una especie de venda tradicional que está creada con palos de madera del mismo tamaño y unida con hilos. Todas las mañanas y tardes, el paciente debe acudir a la casa del sabio que le trata para cambiar la venda, masajear de nuevo con Músiri – la pomada que se crea mezclando el fruto curativo con agua-, y de nuevo debe ponerse la venda hasta finalizar la cura. El paciente no debe tratarse él solo la lesión, debe acudir cada día a casa del sabio para curarse, sea lo lejos que esté la casa.

El tiempo del tratamiento es dependiendo de la cura del animal. Es decir, lo que el gallo tarde en andar es lo que tardará el humano en caminar. El tiempo que el animal consiga movilizar el ala, es lo que el paciente tardará en movilizar su extremidad. Y ahora se preguntarán, ¿cómo es eso posible? Pues bien, según los habitantes de Larabanga, la unión entre el animal y el humano es únicamente espiritual, la vida del gallo y del lesionado están unidas en todo el trascurso del tratamiento. El resultado, tras preguntar a diferentes habitantes de Larabanga, en muchas ocasiones es efectivo, y por ello se lleva haciendo tanto tiempo. De hecho, en las aceras de la carretera principal del pueblo venden gallos y gallinas para, además de cocinarlos, también para estos tratamientos.

En el caso de los niños que no tienen apetito o que no le guste la comida, como suele pasar a veces a ciertas edades tempranas, se suele matar a una gallina y sacar la comida que haya consumido previamente de su estómago. Con esto, los niños deben bañarse durante una semana tres veces al día. El resultado también tiene efectividad en la mayoría de los casos.

En el caso de la infertilidad, las mujeres que no pueden tener hijos – porque nunca se piensa que pueda ser el hombre el estéril- suelen acudir a los sabios. Según las creencias de los habitantes, hay mujeres que después de visitarlos, pueden quedarse embarazadas. Pero hay otras que no, pues supuestamente depende de la suerte que tenga la mujer.

Respecto a los árboles medicinales, en Larabanga hay numerosos que poseen propiedades curativas. El name tree es el más antiguo, tiene cientos de años y su fruto sirve como remedio para la fiebre, la malaria o problemas estomacales. El tratamiento es machacar el fruto, mezclarlo con agua e ingerirlo tres veces al día. También existen otro tipo de árbol – como el de la segunda foto-, que posee un fruto que sirve para cocinar una salsa y para hidratar la piel. Por otro lado, cabe destacar el árbol Moringa. Atendiendo a lo que normalmente se cree en el pueblo, es el único vegetal que posee numerosos beneficios saludables como regular los niveles de azúcar de la sangre, es una gran fuente de hierro, mejora la salud de los huesos, induce la muerte de las células cancerígenas, promueve la salud del corazón, trata dolencias estomacales, trata los trastornos del estado de ánimo, protege contra los trastornos renales, reduce la presión arterial, mejora la salud ocular, trata la anemia y hasta reduce el cansancio y la fatiga.

Como reflexión personal, me parece increíble la facilidad que tienen los habitantes de este pueblo del norte de Ghana para encontrar cualquier remedio para los problemas sanitarios comunitarios, teniendo en cuenta la limitación de oportunidades que poseen. Me parece realmente admirable. De repente, te das cuenta de que hasta las necesidades más básicas como necesitar un medicamento cuando enfermas, en este lugar no dependen de nadie más que de ellos mismos y los árboles con frutos curativos, mientras que nosotros todo lo contrario. En muchos casos, es curiosa la dependencia que podemos llegar a crear por un medicamento químico cuando poseemos cualquier dolencia, mientras que, a su vez, cada vez más son las personas que confían en los remedios curativos naturales como en Larabanga, aquí donde las dolencias van ligadas a sus creencias espirituales, y la confianza en la cura efectiva, siempre está presente.

Sol Parra Fernández es estudiante de 3º curso del grado de Publicidad y Relaciones Públicas de la Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y de la Comunicación de la Universidad de Valladolid (España).