Sol Parra Fernández | Larabanga (Ghana)

El agua. Ese bien tan preciado que no siempre sabemos valorar en nuestro día a día, se recoge cada día por mujeres, hombres y niños en Larabanga para llevarla a sus casas, y poder así utilizarla para sus quehaceres diarios. Existen tres formas diferentes de abastecimiento de este bien en el pueblo: recogerlo el lago que hay al pueblo, ir al pozo, o solicitar que te lo lleven a casa los habitantes que se dedican a ello recogiendo agua de diferentes pozos.

En el primer caso, son mayoritariamente las mujeres y niñas las que acuden al lago andando para recoger agua. En el caso de los hombres, van en moto. Es un lugar tranquilo y agradable. Está a menos de cinco minutos del pueblo y se puede acceder tanto andando como en transporte. El paisaje que lo rodea son grandes árboles y dentro de él viven varios cocodrilos, que curiosamente no suelen atacar a los animales que se acercan para beber, ni a los humanos, pero se dejan ver algunas veces cuando hay poca gente y abunda la tranquilidad. Normalmente la hora idónea para ir a coger agua a este lago es a primera hora de la mañana, que suele haber poca gente para quien lo prefiere, o por las tardes, que suele haber gente continuamente. Suelen acudir niños adolescentes y mujeres de todas las edades. En el caso de los hombres, frecuentan los de edades comprendidas entre los veinte y cincuenta años. También hay otro lago, a unos 7 minutos de Larabanga, aunque este es artificial, más pequeño, y sólo van a recoger el agua los habitantes que se dedican a venderla con los motocarros.

Cuando van a coger agua del lago de Larabanga, realizan el siguiente proceso: Se adentran en el lago hasta las rodillas y, en el caso de las mujeres, cada una lleva un recipiente grande, uno más pequeño y una pequeña bolsa de plástico. En primer lugar, lavan el recipiente grande, lo llenan aproximadamente hasta la mitad, y se incorporan lentamente para colocárselo en la cabeza sujetándolo con un pañuelo. Seguidamente, con el recipiente más pequeño, van recogiendo agua poco a poco y van llenando la otra mitad del recipiente grande que sujetan con la cabeza. Después, colocan la bolsa de plástico encima del agua para que cuando anden no se tambalee ni se derrame, y, finalmente, vuelven a sus casas andando con más de veinte litros encima de su cabeza. Cuando hay varias mujeres juntas, se ayudan mutuamente. Realizan el mismo proceso y se colocan los pesados recipientes en las cabezas unas a otras. En el caso de los hombres, se adentran con varios recipientes, los llenan rápidamente y los colocan en la moto para volver al pueblo.

Otra forma de coger agua es acudiendo a los pozos, uno de ellos fue construido y financiado en 2004 por el hombre que presidía Larabanga por aquel entonces. El agua es más pura y limpia que la del lago, pero los habitantes acuden menos a este lugar porque tienen que pagar 20 peswes, lo que equivale a 0,86 euros, por cada recipiente. Mientras que la del lago es gratis. Además, tras haber conversado con diferentes personas, curiosamente la gran mayoría prefieren el agua del lago a la del pozo porque a la hora de cocinar y de consumirla, notan una gran diferencia y prefieren la costumbre de consumir la del lago.

Por otro lado, hay habitantes del pueblo, siendo la mayoría hombres y niños, que se dedican a repartir en motor-king, una especie de motocarro, agua a los habitantes que lo solicitan. Primero acuden a los lagos, tanto al de Larabanga como el que está a las afueras, para llenar todos los recipientes que tienen en el carro y volver al pueblo para ir vendiendo uno por uno por 50 peswes, casa por casa. En el caso del lago que está a las afueras, sólo acuden a recoger agua los que se dedican a esto, no suelen acudir el resto de habitantes por su cuenta como ocurre en el otro lago. Cada carro posee una bomba de agua con la que se ayudan para rellenar todos los recipientes. El proceso lo realizan varias veces a lo largo del día y no terminan su jornada hasta que cae la noche.

Cuando fui por primera vez al lago de Larabanga sola, me encontré a una señora mayor que estaba lavando ropa con su nieto, pero no entendían muy bien el inglés. Le di los buenos días en kamara, el dialecto del pueblo, pero no pudimos entablar mucha más conversación. Sin embargo, apenas unos minutos después, dos chicas jóvenes me llamaron a lo lejos y me acerqué a hablar con ellas. Habían ido a por agua y me preguntaron si quería acompañarlas de vuelta al pueblo. Entonces aproveché la ocasión para entablar una conversación sobre su costumbre de acudir al lago y sobre la organización del agua en sus casas. Me contaron que llevaban yendo al lago desde pequeñas con sus madres o con sus amistades, hasta que aprendieron a ir solas y empezaron a acudir de forma más continua. Dependiendo de la necesidad, iban una o varias veces al día. Utilizan el agua para lavar la ropa, para cocinar, ducharse y para beber, aunque a veces también compran agua embolsada para beber cuando se les acaba el que hayan recogido.

Otro día que acudí al mismo lugar, recuerdo que era jueves, me encontré a un niño solo lavando ropa a las orillas del lago, y a una madre con sus dos hijos pequeños realizando el mismo acto. Sin embargo, al día siguiente, me encontré sorprendentemente el lago lleno de gente. En una zona estaban las mujeres jóvenes lavando unas junto a otras. Todas estaban con sus hijos y conversaban alegremente mientras limpiaban la ropa. En otra zona, había varios niños adolescentes ayudándose unos a otros con el lavado de sus ropas y las de sus familias. Por último, me encontré en otra zona más alejada de la entrada al lago, a varios hombres jóvenes, también lavando. Estos estaban alrededor de un altavoz con música y cantaban a la par que limpiaban. Me contaron que los fines de semana era cuando la mayoría de gente se acercaba a lavar al lago porque era cuando finalizaban las clases y otras labores, por eso los días anteriores había menos gente y ese viernes me encontré esa situación. Mucha gente prefiere lavar cerca del lago para aprovechar el agua lo máximo posible y no estar yendo y viendo de sus casas.

Después de observar a los habitantes durante varios días, estuve investigando sobre los problemas que supondría si se acabara el agua en esta zona. Curiosamente, los habitantes nunca han experimentado el quedarse sin agua, pero sí he estado informándome sobre el acto de emergencia si se diera el caso. Todos los habitantes que puedan utilizar sus transportes privados, taxis u otros transportes públicos, tendrían que acudir a las ciudades más cercanas para recoger agua de otras reservas de agua de la región, hasta abastecer a todo el pueblo. Esto me hizo reflexionar mucho sobre la situación y lo que supondría para todos los habitantes. Afectaría principalmente a su economía, por el gasto de gasolina que supone el trayecto, al desarrollo de sus labores diarias y hasta la propia alimentación por la ausencia de agua para cocinar.

Tras investigar sobre ello, he podido comprobar la tranquilidad de los habitantes con el abastecimiento del agua, gracias a que tienen pozos y dos lagos. Además, los habitantes cuentan que el agua nunca puede agotarse porque viven cocodrilos permanentemente en los lagos, pero se desconoce el motivo real de por qué nunca se acaba el agua en estas zonas.

Por otro lado, lo que más llamó mi atención fue que varias personas me afirmaron que su preocupación no está en la falta de agua, sino en la contaminación de la misma. Tomando como referencia que en 1990 sólo el setenta y seis por ciento del mundo tenía acceso a agua potable mejorada, actualmente, este número es de más del noventa por ciento y sigue creciendo. El acceso al agua y a las instalaciones de saneamiento es muy escaso sobre todo en las zonas rurales. Esto supone una gran preocupación para los habitantes de Savannah Region, ya que el aumento de la frecuencia y severidad de los fenómenos meteorológicos se traducen en las necesidades de agua y disminución del rendimiento de los cultivos. Lo que significa que la inseguridad alimentaria puede aumentar y la propia economía para sostener la educación de los pequeños de las familias, también se puede ver afectada. Todo es un mismo proceso, una cadena de riesgos. Además, como las temperaturas promedio aumentan más rápidamente en la región norte de la sabana, más que en las zonas costeras de Ghana, los riesgos también incluyen un posible aumento de la migración del norte al sur.

Sin embargo, cabe destacar que este país es de los pocos en la África subsahariana en poseer un documento de Política Nacional de Cambio Climático. Además, según ha informado la ONU, en esta región existen iniciativas que han mejorado la perforación de pozos, la construcción y rehabilitación de diques, canales de arena, y otras alternativas para la mejora de la agricultura, apicultura y producción de cultivos en la estación seca de Savannah Region.

En conclusión, invito a reflexionar sobre este tema tan importante y tan poco valorado en los países donde nuestra sociedad consume este bien preciado sin saber lo que supone tener la oportunidad de abrir un grifo con agua potable. Afirmo que las ayudas para los problemas locales de acceso al agua y saneamiento, los aspectos sociales, culturales, económicos y ambientales siguen siendo insuficientes en este país. El acceso al agua potable se ha convertido en los últimos años un problema mundial, en torno del cual la cooperación nacional e internacional se están movilizando, pero tras mi investigación, he podido comprobar que las acciones en Ghana no han permitido que todos los habitantes de esta región tengan un fácil acceso a los programas de saneamiento del agua, lo que justifica el bajo acceso al agua potable de las zonas rurales. También es importante recordar que ningún país con recursos limitados, como es el caso de Ghana, está exento de problemas en el tema del agua y saneamiento. Por ello, es necesario un fuerte compromiso de las autoridades para mejorar la situación a nivel nacional y regional. El agua y el saneamiento deben ser prioridades nacionales, lo que implica la creación de unidades de intervención con personales capacitados, y una aplicación de las normas con la participación de todos nosotros.

Sol Parra Fernández es estudiante de 3º curso del grado de Publicidad y Relaciones Públicas de la Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y de la Comunicación de la Universidad de Valladolid (España).