Mario Marquina | Larabanga (Ghana)

El Fedro es un diálogo platónico que trata, entre otras cosas, sobre la vida o la muerte del lenguaje en la escritura. Discurre a las afueras de Atenas, bajo la sombra de un plátano y con una fuente manando bajo los pies. Aquí también estamos lejos de la ciudad, tenemos nuestro mango y el banco en el que nos sentamos a beber agua. En el texto, Platón hace a Sócrates conversar con el joven Fedro sobre el amor, la retórica, la naturaleza del alma y la escritura. Cuestiones, casi todas ellas, que también discurren por el aire fresco de la tarde entre nosotros, cuando nos sentamos a la sombra a charlar. Si algo define la vida aquí, en Larabanga, es la conversación, que brota de muchos lugares y es constante como un río que adquiere diversos tonos. Si Fedro llegase también a Larabanga querría conversar sobre las mismas cosas, conocer las palabras que se dicen y la forma que tienen de ordenarse para dar conocimiento y formar discursos. Le ruego al lector permiso para jugar esta pequeña ficción entre dos personajes literarios; uno clásico, el propio Fedro, y uno nuevo, la joven Samsia.

SAMSIA: Advertidos por sus consejos, sabemos que a Sócrates le gustaría que empezásemos por el principio, por lo que todo el mundo da por supuesto. Así que, si vamos a hablar del kamara, haríamos bien en acordar primero lo que entendemos por lenguaje.

FEDRO: Así es.

SAMSIA: Bien. Existe la peligrosa creencia, también entre los teóricos, de que el lenguaje representa. Se piensa en las palabras, a menudo, en términos «expresión» y «contenido», «símbolo» y «significado». Pero el lenguaje no es una herramienta de caza que vaya detrás de un horizonte común de significados, a los que agarra y encierra. El lenguaje crea. La palabra es portadora de una relación única entre la imaginación y el mundo. Boca tras boca, año tras año, se suceden los hablantes por cuya imaginación pasan las palabras, articulando y nutriéndose al mismo tiempo. Hablar es imaginar juntos. Hablar es pensar con los demás y con los que han venido antes de uno.

FEDRO: Suena cierto lo que dices.

SAMSIA: Y creo que podemos alcanzar cierto consenso en que el lenguaje estructura el pensamiento. Designa, separa, individualiza y clasifica, y esta categorización hace posible el pensamiento. Pero la designación, separación y clasificación que se hace no existe de por sí en el mundo. De ahí la naturaleza creadora del lenguaje. Cada lengua sería, por tanto, una creación distinta. Una forma de ver el mundo, de ordenar, jerarquizar, interpretar y sentir la realidad. El kamara, como lengua, no es una «expresión» distinta de un mismo «contenido», sino el resultado y la causa de una forma concreta de habitar el mundo, heredada de los que les precedieron.

FEDRO: Con esto claro, Samsia, me gustaría saber más sobre esta lengua.

SAMSIA: En Ghana se hablan más de ochenta lenguas y un sinfín de variedades dialectales. Tan sólo nueve de ellas están protegidas por el gobierno y bajo el cuidado de la Oficina de Idiomas de Ghana. El inglés, desde la época colonial, funciona como lengua oficial y lengua franca. Pero el kamara es la lengua nativa de Larabanga. Forma parte de la rama Kwa de la macro familia de las lenguas nigerocongolesas. Pero solamente la hablan las alrededor de cinco mil personas que lo pueblan. Está mezclada con el árabe, el inglés, el Dagumba, la lengua de Tamale, el Wala, la lengua de Wa, y el Gonja, la lengua de Damongo. Pero si lo hablas fuera de aquí, en la comunidad de cualquiera de esas lenguas, nadie te entendería. La morfología es sencilla, usa mucho los sufijos y la sintaxis sigue la estructura de Sujeto-Verbo-Objeto. Además, es una lengua tonal, lo que significa que una misma palabra puede significar cosas muy distintas según la entonación con la que se pronuncie. Y, en realidad, esto es todo cuanto yo te puedo decir de ella.

FEDRO: ¿Todo?

SAMSIA: Por el momento, sí. Salvo por una cosa más: es estrictamente oral, no tiene alfabetización. No hay ni puede haber, por ahora, nada escrito en kamara.

FEDRO: ¿Y no te parece, Samsia, que esto ya de por sí merece una atención profunda por nuestra parte? Pues estoy seguro de que, aunque a primera vista no parezca asunto tan profundo, a medida que hablemos sobre ello encontraremos mayores implicaciones.

SAMSIA: Yo también estoy segura, Fedro. ¿Te apetece comenzar?

FEDRO: Te ruego, por favor, que comiences tú, ya que eres tan hábil para encontrar la imagen exacta de mis pensamientos antes que yo, y a partir de la semilla que plantes con tus palabras quizá germine en mí algo interesante.

SAMSIA: Haré como deseas. Y empezaré con algo sencillo. ¿Recuerdas algo, referido a esto, que te impactara al llegar aquí?

FEDRO: Recuerdo con claridad sorprenderme de la facilidad con la que imitaban frases enteras en mi lengua, sin haberla escuchado antes ni comprender su significado.

SAMSIA: Muy bien, Fedro. He aquí la primera implicación que hallamos del multilingüismo propio de Ghana y de la oralidad del kamara. La facilidad para imitar sonidos y palabras de otras lenguas y ser capaz de repetirlas de memoria. También de esta manera se explica que, según cuentan las estudiantes de prácticas, los niños en el colegio aprendan canciones enteras, palabras y frases en inglés, mientras su significado permanece completamente opaco para ellos. Que su lengua materna no tenga alfabetización también explica, en parte, la mayor dificultad que pueden encontrar alumnos y adultos para leer y escribir en inglés. Es entendible, por tanto, que en todo Larabanga tan sólo haya una biblioteca. Los libros, que por supuesto están en inglés y podrían caber todos en una caja, no son alimento para las almas sino para los insectos. ¿Hasta aquí bien, Fedro?

FEDRO: Sí. Te ruego que continúes.

SAMSIA: Hace no mucho supe que Platón, en el diálogo que lleva tu nombre, contó un mito en el que Theuth, una divinidad egipcia, le entrega al rey de Egipto, Thamus, diversas artes como el cálculo y la astronomía. Al llegar a las letras, dice: «Este conocimiento, oh rey, hará más sabios a los egipcios y más memoriosos, pues se ha inventado como un fármaco de la memoria y de la sabiduría.». Pero él le dijo: «¡Oh artificiosísimo Theuth! A unos les es dado crear arte, a otros juzgar qué de daño o qué provecho aporta para los que pretenden hacer uso de él. Y ahora tú, precisamente, padre que eres de las letras, por apego a ellas, les atribuyes poderes contrarios a los que tienen. Porque es olvido lo que producirán en las almas de quienes las aprendan, al descuidar la memoria, ya que, fiándose de lo escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a través de caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos y por sí mismos. No es, pues, un fármaco de la memoria lo que has hallado, sino un simple recordatorio. Apariencia de sabiduría es lo que proporcionas a tus alumnos, que no verdad. Porque habiendo oído muchas cosas sin aprenderlas, parecerá que tienen muchos conocimientos, siendo, al contrario, en la mayoría de los casos, totalmente ignorantes, y difíciles, además, de tratar porque han acabado por convertirse en sabios aparentes en lugar de sabios de verdad.». ¿No recuerda a lo ya dicho? ¿Y no dice, además, cosas importantes sobre la pedagogía?

FEDRO: Si mal no he entendido, critica a la escritura y la lectura por ofrecer apariencia de saber, en lugar de un saber auténtico, integrado, que, una vez adquirido, provenga del propio entendimiento y no de la repetición de bellas palabras y lecciones repetidas. Sin duda me he encontrado con todo ello en la universidad.

SAMSIA: ¿Y no es cierto, también, que cuanto más aumentan las facilidades para dejar por escrito las cosas, más olvidadizos nos volvemos? Pienso, por ejemplo, en los jóvenes que todo lo apuntan en el teléfono y se les olvida al instante, y en mi abuela, que aún recita los poemas que aprendió de niña.

FEDRO: También eso parece ser así.

SAMSIA: Pero aún hay más. Platón también expresó algo parecido a que la escritura no inventa la memoria, sino el recuerdo. ¿También tú lo crees?

FEDRO: La memoria es facultad de todos.

SAMSIA: Sí. Pero el recuerdo no es memoria, sino relato de lo ocurrido. La sucesión de unos hechos que pueden rastrearse hasta el presente y de, alguna manera, lo explican, esa es una invención de la escritura. Con la invención de la escritura llegó también la historia como género literario, porque cambió la relación con el pasado. Aquí, en Larabanga, el pasado no tiene la consistencia que tiene para ti.

FEDRO: ¿Es eso posible?

SAMSIA: Al menos, esa es la impresión que tengo. La vida, tal como me han descrito que era para las generaciones mayores, es aquello que ocurría en los antiguos días… pero dónde empiezan y acaban las tradiciones, por ejemplo, o a qué edad empezó o acabó uno el colegio, es algo que nadie sabe a ciencia cierta.

FEDRO: Jamás pensé que algo como el recuerdo o el pasado fuesen relatos y, por ello, estuvieran sujetos a las naturalezas del lenguaje, según sea este, además, oral o sujeto a la escritura.

SAMSIA: Pues aún has de sorprenderte más, querido Fedro. Una vez me acerqué a hurtadillas al grupo de estudiantes que vino este año y las encontré discutiendo sobre el amor. Se preguntaban, unas a otras, qué tipo de amor hay en Larabanga, y si es el mismo que el que ellas conocen.

FEDRO: ¿Y tú qué pensaste?

SAMSIA: Escuché y sostuve mucho rato en el pecho lo que había oído, no fuese que, por querer hablar demasiado rápido, escapasen palabras del cerco de los dientes que después tuviese que enmendar. Una facultad, por cierto, exclusiva del lenguaje oral y no del escrito. Pero la idea que subió a mi frente fue más o menos esta: que el amor, como tantas otras cosas invisibles pero cuya fuerza se siente intensamente, es un organismo literario.

FEDRO: De donde vengo, se suele decir que el amor es un invento de los poetas.

SAMSIA: Quizá eso sea simplificar demasiado el asunto. Conversando contigo, Sócrates dice: El poder de las palabras se encuentra en que son capaces de guiar las almas. En ese momento, se refiere a la retórica y los discursos, pero hoy sabemos que «discurso cultural» son todas aquellas ideas sobre la naturaleza de las cosas y las personas que existen en grupos sociales de diversa escala y distinto contexto. Las palabras, por tanto, son capaces de guiar las almas en todos aquellos lugares a los que llegue un discurso cultural determinado, incluyendo, por supuesto, el amor. Sentimos como hemos aprendido a sentir. Buscamos lo que hemos aprendido que hay que buscar.

FEDRO: ¿Entonces aquí, en Larabanga?

SAMSIA: Como en todos lugares, el amor será aquello que las palabras digan. Pero también es posible que, sobre este asunto, las palabras callen. Lo que no está iluminado por el lenguaje y las historias, permanece oculto.

FEDRO: ¿Qué más sabes sobre este asunto?

SAMSIA: Tan poco que no merece la pena decir más.

FEDRO: Te lo ruego.

SAMSIA: Está bien. Lo haré porque lo pides y no porque lo crea suficiente. Hablando con una mujer, me contó que no todas las madres cuentan cuentos a sus hijos, sino que depende del carácter de cada una.

FEDRO: Es lógico.

SAMSIA: Pero me sorprendió que los cuentos no son para todos ni nunca los mismos. Solía ser común, al estar en corrillo, por ejemplo, pelando cacahuetes, contar historias por turnos. Cada uno contaba una historia que se inventaba en ese momento o recordaba haber oído a otra persona. Al preguntar de nuevo a la mujer sobre los argumentos, contestó que versan siempre sobre temas locales.

FEDRO: También es lógico que las historias de una lengua local versen sobre temas locales.

SAMSIA: Según entendí, por lo general, tienen estructura de fábula. Es decir, animales y personas conversan, se presenta un desafío y en la resolución hay alguna moraleja o giro cómico. Siento no poder continuar, pues sin duda sobre este tema hay muchas más cosas que decir. Tan sólo una: por lo que entendí, está costumbre está decayendo.

FEDRO: Algo tendrán que ver el inglés y el entretenimiento de los teléfonos y las televisiones.

SAMSIA: Seguramente. Y no es preocupación menor.

FEDRO: Desde luego que no. De un libro de David Crystal titulado La muerte de las lenguas aprendí que hay unas seis mil lenguas vivas en la actualidad. Sencillamente, explica, una lengua está muerta cuando nadie la habla. Suele ocurrir, además, que la mayoría de lenguas que mueren o desaparecen no tienen grabaciones orales ni literatura escrita, por lo que cuando los llamados Últimos Hablantes fallecen, desaparece con ellos la totalidad de la lengua y su recuerdo. El 4% de las lenguas del mundo concentran al 96% por cierto de la población mundial, mientras que el 50% de las lenguas son habladas por menos de diez mil personas, como es el caso, según dices, del kamara. El principal motivo de la extinción de lenguas es la dominación lingüística. Las presiones sociales y económicas que una cultura ejerce sobre otra, provocan una masiva conglomeración de hablantes en cada vez menos lenguas, empujando así las minoritarias, primero a la exclusión y, finalmente, a la muerte.

SAMSIA: Una sola lengua es incapaz de expresar la totalidad de la experiencia humana.

FEDRO: Estoy de acuerdo contigo, Samsia. El multilingüismo parece, además, nuestra condición natural como seres humanos, porque incrementa el potencial adaptativo de las personas, dotándoles de mayores posibilidades de supervivencia. Viacheslav Ivanov dijo: cada lengua constituye un modelo entero de universo, un sistema semántico de comprensión del mundo. Corrígeme si me equivoco, pero poseer 6.000 maneras de entender y describir el mundo parece sin duda una forma de riqueza.

SAMSIA: Sin duda.

FEDRO: Aunque eso no excluye el peligro que corre el kamara.

SAMSIA: Un adolescente me dijo que prefería el inglés al kamara. Le pregunté que por qué. Y respondió: si quiero salir de Larabanga e ir a Naboori, o más lejos, a Damongo, o más lejos, a Tamale, necesito el inglés para poder leer los carteles y hablar con la gente.

FEDRO: Parece obvio entonces que lo prefiera. ¡Qué contradicción a la que acabamos de llegar!

SAMSIA: ¿No te has dando cuenta, Fedro, de lo lejos que nos ha llevado el tema de la oralidad y la escritura y de que, absortos por la conversación, han pasado las horas y ha caído ya la tarde? Y esta hora en el que el sol se oculta en el horizonte, como un disco grande y rojo que tiñe el cielo, es la mejor para pensar, porque ni la claridad ciega ni es tan plena la oscuridad como para no poder ver nada, y así lo ambiguo y la contradictorio aparecen, para llenar de sutileza el pensamiento.

FEDRO: Dime entonces una cosa más, la última, antes de dar por terminado el día.

SAMSIA: Está bien, Fedro. Por último, me gustaría que te fijases en que el kamara es palabra viva. Si afinas el oído, encontrarás distintas formas de pronunciar lo mismo, pequeñas variaciones personales, familiares, vecinales. La mezcla, el olvido, la creación forman parte de la tarea de hablar. No hay que pedir permiso a la academia para cambiar algo: todo lo determina el uso. Las historias, la alegría y el enfado, los discursos políticos y religiosos, no son salvaguardados, viajan con el aire, tienes que estar ahí para escucharlos, cambian constantemente según quién los pronuncie y quién sea el que escucha.

FEDRO: Es cierto que la mía es una cultura de la imprenta y me resulta difícil entenderlo.

SAMSIA: Podríamos seguir hablando de ello sin llegar a agotarlo. Pero dejémoslo así. Inacabado, como todo lo que en lugar de escribirse se dice. Sin preocuparnos demasiado por la estructura, ni por dónde empezó ni dónde acabará. Nosotros mismos u otros tomarán el relevo… No pertenece a nadie, salvo al aire de la noche.

 

Mario Marquina es coordinador de Comunicación de la ONGd ADEPU