Iria Lama Izquierdo | Larabanga (Ghana)

Eran muchas las preguntas que me hacían antes de llegar a Ghana. Algunas desde la ilusión, otras desde el asombro, muchas desde una lástima bienintencionada, pero, la gran mayoría, desde el miedo. Miedo a lo desconocido, miedo a la ignorancia más absoluta, miedo a todo aquello que les habían contado pero que nunca habían visto con sus propios ojos. Y eran muchas las respuestas que yo daba, desde mi ignorancia, simplemente por lo que me habían contado compañeros de años anteriores. Ese era mi error, yo también creía saber de lo que hablaba sin haberlo conocido aún.

Hace tiempo que pienso en la subjetividad de la vida. Nacemos y entonces, cada uno en su mundo, empieza a adquirir los distintos conocimientos que le vienen dados por su entorno. A partir de ahí, surge una identidad, una personalidad única. Entonces sigues creciendo y, a su vez, empapándote de nuevas experiencias, de nuevas lecciones inevitables. Y llega un punto en el que, aunque sigues descubriendo algo nuevo cada día, crees saberlo todo. Crees tener la capacidad de contar a otros lo que tú aprendiste previamente, de la misma forma que te lo contaron a ti. Y esa capacidad, se convierte en poder. Un poder que consigue manipular mentes y crear corrientes de pensamiento, la mayor parte de las veces, modificadas por la inevitable subjetividad con la que los seres humanos contamos historias. Entonces, no puedo evitar pensar: ¿qué certeza tienes de todo lo que no conoces por ti mismo? ¿cómo puedes desprestigiar un país que nunca has pisado? ¿cómo puedes juzgar a unas personas con las que nunca has hablado? ¿cómo puedes sentirte superior al resto del mundo si nunca has querido conocer más allá de la burbuja a la que llamas «realidad»?

En esa cadena de sucesivas historias, nacen los estereotipos, las exageraciones, las generalizaciones, las verdades a medias. Nace el miedo, el odio, el prejuicio. Nadie niega las horripilantes catástrofes que, por desgracia, asolan África, pero en el momento en el que esos hechos se convierten en el único relato sobre el continente, nace la imagen negativa que hoy en día existe y prevalece. Y en ese momento surge la importancia del contraste de la información, del querer conocer la parte silenciada de la realidad africana, o, incluso, simplemente, del hecho de ser consciente de su existencia.

Ninguna de aquellas personas que preguntaban habían estado antes en Ghana, sin embargo, todas ellas parecían saber hacia dónde me dirigía. Y ese lugar, además de irreal, no era especialmente agradable. Tanto, que consiguieron asustarme, consiguieron hacerme pensar que viajaba a otro planeta. Y, en cierto modo, no se equivocaban, ya que, aunque no lo sea, realmente lo parece. Un planeta donde se ríe más que se llora. Un planeta donde si no hay, no se lamenta, se consigue. Un planeta donde bondad es sinónimo de riqueza, y donde el lujo es saber que aún respiras para poder seguir disfrutando de la vida.

Muchos se refieren a estos países como «subdesarrollados», pero yo hoy os hablo de un país que, simplemente, se ha desarrollado de forma diferente, como ha podido, como le han dejado. Un país que ha conseguido su independencia y liberación, haciendo justicia a la colonización y manteniendo su más pura esencia africana.

Me presento, soy Iria Lama Izquierdo, tengo 21 años y muchas preguntas sin resolver. Y mi objetivo en los próximos seis meses, es buscar respuestas, empaparme de Ghana, de su gente, de sus historias, para contarlas, para dar visión y voz a la África olvidada, a la África silenciada.

Iria Lama Izquierdo es estudiante de 4º curso del grado de Publicidad y Relaciones Públicas de la Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y de la Comunicación de la Universidad de Valladolid (España).