Clara Lahoz-García, Atsiame (Ghana)

Pasé tiempo pensándome si eso sería una buena idea: ¿talleres de educación sexual a adolescentes en Ghana? Ay, no sé… mira que yo no tengo mucho manejo con gente tan joven, el tema es complicado, no sé cómo explicar estas cosas en inglés… pero bueno, para eso están los retos y allá que me fui, preparada con unos cuantos ratos de estudio de Medicina Sexual, los cursos de la web de daysforgirls.org, cartulinas recortadas con forma de útero y un bote de repelente de mosquitos extrafuerte en la mochila.

La llegada a Atsiame fue como llegar al un paraíso: senderos de arena, casas de adobe, gente amable, niños todo el rato y por todos lados… Había que reunir a las niñas adolescentes para contarles si saben de qué va eso de la menstruación.  Gracias a Araceli Sanz, nuestra coordinadora, juntamos a unas 10-15 chicas a partir de 11 años.  Nervios —a ver si se me entiende, igual se aburren, pasa un niño: ¡no! ¡Hoy sólo niñas! —.  Comencé por presentarme (educación siempre) y preguntar si sabían qué era el útero y por dónde sangraban las mujeres. Bueno, habían estudiado algo en clase sobre la fecundación y los genitales, pero parecía que los profesores a ese tema no le prestaban mucha importancia, y que eso de aprenderse rollos de memoria no aclara muchas dudas, ni en España ni en Ghana, así que decidí empezar por el principio: ¿cuántos agujeros tienen las mujeres entre las piernas? Como las respuestas iban de 1 a 7 y la anatomía no se me da del todo mal, me pasé un rato intentando explicar de qué iba eso de la ovulación, la regla, los días más fértiles, y que las cosas se tienen que hacer cuando a una le apetece, pero siempre con “cuidadico”.  Cómo se hacen los niños, por qué en el embarazo y después de la menopausia no hay menstruación, cuánto puede dar de si la vagina… en fin, que veía caras de asombro y me vine arriba.  Una hora después y varias conversaciones en ewe entre mis niñas —otro de los objetivos del taller cumplido:  que las chicas hablen de estos temas entre ellas—, decidimos que ya era suficiente.

Los siguientes talleres fueron en la escuela pública que comparten los niños de Atsiame y Heluvi.  Ya con alguna tabla más por mi parte, pero en fechas un poco difíciles, con el final de curso en puertas y unos cuantos exámenes por delante, conseguir la atención resultaba una tarea difícil.  Para ello contaba con mis compañeros manteniendo a raya a los chicos, y ya sabía cómo despertar el interés sobre el taller con la dichosa pregunta sobre los agujeros, así que la cosa parecía ir bien.  Mi (agradable) sorpresa fue que había niñas que repetían y que no sólo sabían la respuesta, sino que les había dado tiempo de tener dudas: ¿por qué nos hablan tanto del cervix?, ¿dónde está eso?, ¿las chicas también tenemos placer? ¿por dónde come el bebé cuando está en el útero?  Parecía que la cosa iba bien.

También hubo tiempo de un taller para chicos en Atsiame.  Después de hablar de anatomía masculina (esa ya sí que se me da bien, que para algo soy uróloga), tiempo de dudas y preguntas.  Ahí la cosa cambiaba bastante:  si las chicas querían saber más sobre dónde van sus óvulos muertos cuanto no hay fecundación, cuándo es más o menos fácil embarazarme, o de qué va eso del embarazo, a los chicos les interesaba más saber cómo se ponía un preservativo o si una vagina era lo suficientemente grande para que cupiera su pene (por lo menos ahora sabían dónde estaba).

Y llegó el último día y a modo de fuegos artificiales, pudimos repartir kits entre las niñas mayores y chicas jóvenes de Atsiame de Days For Girls, una ONGd local dedicada a promover educación menstrual y preparar packs con compresas ecológicas de tela para facilitar que las chicas no dejen de hacer cosas importantes (como ir al colegio) por tener la regla (https://www.daysforgirls.org/dfg-kits). Todo un éxito oiga.

En Atsiame hay que adaptarse y muchas veces, las cosas no ocurren como uno las planea, aunque terminen igual de bien o mejor: hablando con Ara, teníamos pensado repartir los packs a todas las niñas en un nuevo taller, con un repasillo de los previos e instrucciones de cómo se usan y se cuidan las compresas de tela.  Pues no.  Mejor:  fuimos casi casa por casa repartiendo los packs, y viendo cómo unas chicas se lo explicaban a otras. ¡Genial!

La vuelta a casa fue menos dura de lo que se les presuponen a vuelos nocturnos con escala, y un bocadillo de jamón del bueno después, ya estaba preparada para volver a la dura rutina ¿o no?

Ahora, entre guardia y guardia, me da tiempo de pensar que si viajar siempre merece la pena, es porque permite poner en contacto a la gente, y comprobar una y otra vez que da igual de qué continente seas: todos empezamos la adolescencia con las mismas dudas.  Creo que ahora queda alguna menos en Atsiame.

Y es que, cuando las cosas se hacen con cariño, el mensaje llega…

Clara Lahoz-García es médico uróloga en el Hospital General de Segovia (España). Es Licenciada en Medicina por la Universidad de Zaragoza y Máster en Radiología Diagnóstica y Terapéutica y Medicina Fisica por la Universidad de Granada.