Pablo Palacios Maeso | Atsiame (Ghana)

La agricultura en Ghana es una profesión complicada. Los pequeños agricultores tienen un acceso limitado a la tecnología y disponen de poca mano de obra. Los jóvenes de las zonas rurales prefieren ir a trabajar a los centros urbanos que trabajar en los cultivos por un salario bajo dado que los altos costes de la producción agrícola que hacen que el sector no se convierta en un sector competitivo.

En Ghana la mujer representa un 52% de los trabajadores agrícolas, el 70% de los productores de cultivos y el 85 % de los distribuidores de alimentos haciendo que junto a los niños sean los más perjudicados de este entorno (World Food Programme, 2018). La disponibilidad de la tierra cada vez es menor debido a la degradación del suelo, la desertificación, inundaciones y los episodios de sequía en la zona de la sabana septentrional, la competencia por el manejo de las tierras, la presión demográfica y, sobre todo, por el cambio climático que afecta más directamente a los pequeños agricultores que dependen de las lluvias al no existir una red hidrográfica para el abastecimiento de agua a sus cultivos.

A lo anterior se une la falta de concienciación sobre la importancia de los nutrientes de los alimentos locales y sus beneficios para la sociedad. Esto hace que poco a poco los cultivos básicos tradicionales, como el cocoyam, el plátano, el sorjo, el mijo y el caupi, estén desapareciendo y sustituyéndose por la producción masiva de maíz, arroz, soja, mandioca… creando así un muro con el progreso hacia una mayor productividad. A pesar de no tener una distribución correcta de los productos agrarios, Ghana ha conseguido en los últimos años reducir los niveles de pobreza. Con todo, es insostenible el estado actual del mundo y su evolución: es necesaria la reacción de la sociedad civil para reorientar las políticas públicas, a través de la educación y la ciencia, para la construcción de un mundo más justo y sostenible que legar a las generaciones venideras, porque no se puede…

(…) seguir manteniendo una economía basada en la producción de combustibles fósiles y rebatiendo los datos científicos de contaminación de nuestra atmósfera, o tomar las medidas necesarias para apostar por energías renovables y reducir radicalmente la producción de elementos contaminantes; seguir deforestando las grandes superficies arbóreas del planeta, provocando su deterioro, estimulando las grandes quemas y no replantando, o limitar radicalmente la deforestación, prevenir los incendios y apoyar planes sistemáticos de reforestación; seguir promoviendo la generación de residuos, desde los plásticos a los que generan las industrias tecnológicas, o reducir radicalmente la producción de basura contaminante y promover la limpieza ordenada de océanos, mares y aguas interiores de los continentes.

(…) Como educadores, investigadores y creadores, ciudadanos y ciudadanas de este planeta, afirmamos que ha llegado el momento de asumir una voz común que nos una más allá de continentes, naciones, regiones, grupos de poder, ideologías, creencias religiosas, sexo o procedencias diversas. Proponemos defender con coherencia políticas de sostenibilidad ecológica y social como forma de abordar una coordinación mundial y global. (Universidad de Valladolid, 2019)

La agricultura ecológica se presenta como una alternativa al modelo de agricultura tradicional, poco sostenible desde el punto de vista del progreso socioeconómico y del medio ambiente. Es un sistema de gestión y producción autónoma que tiene como objetivo obtener una producción sin productos químicos que puedan dañar al producto (por ejemplo, productos sintéticos para mejorar la estética del producto o su sabor), a la tierra (por ejemplo, abonos químicos que se utilizan para combatir las plagas) o a los consumidores. Además de estar sujeta a una amplia y exigente normativa (por ejemplo, en el contexto europeo[1] y por organismos supranacionales) sobre el buen estado de las plantaciones y los productos durante toda su evolución, logrando así alimentos sanos y una tierra fértil que se puede volver a utilizar en un futuro.

En esta entrada os presentamos a Oduro. Oduro es un ingeniero agrónomo de origen ghanés, encargado de «So B Green», empresa que ha decidido iniciar su proyecto de agricultura ecológica cerca de Atsiame, en la zona de Volta Region. Es el encargado de “SO B GREEN” en las 16 parcelas que tienen repartidas por esta región. Además, ha iniciado una línea de colaboración con la ONGd ADEPU dirigida a concienciar a los más pequeños de la importancia de la agricultura ecológica y desarrollo sostenible que se traduce en la realización de talleres de educación ambiental en los colegios y los huertos escolares. En el siguiente vídeo os contamos un poquito más del trabajo que ahora comenzamos en línea con los Objetivos del Desarrollo Sostenible de la ONU (2012).

 

 

[1] En España hay un distintivo, un logotipo de la UE y un código numérico que distingue al propietario de ese producto, que tiene como fin que el consumidor sea consciente de que está comprando un producto fiable y 100% ecológico, a fin de evitar el fraude.

 

Fuentes:

Pablo Palacios Maeso es estudiante de 4º curso de grado de Publicidad y Relaciones Públicas de la Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y de la Comunicación de la Universidad de Valladolid (España).